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Trazando Ruta

Relatos de un viaje a Camboya: Cómo casi pierdo mi vuelo a Phnom penh

En estas lineas voy a contarte mi experiencia en este transfer y cómo conseguí coger mi vuelo a Phnom penh a pesar de tener la suerte en contra. Primero voy a ponerte en situación.

Cuando decidí comprar mis vuelos hasta Bangkok y coger después una low cost asiática, tenía que tener en cuenta el enlace de las dos compañías ya que al comprar dos vuelos por separado, la escala no estaba incluida. Era un percal, pero para ahorrarme dinero y maximizar mis días en el sureste asiático, decidí tirar hacia adelante.

Barcelona – Bangkok

A las 17:00h de la tarde, cogí mi vuelo con Qatar airways, desde Barcelona, un avión mediano que me llevó hasta Doha en 6 horas. Llegué a la 1:20 de la mañana y, después de una escala súper organizada, a las 02:20h cogí mi siguiente vuelo de otras 6 horas hacia Bangkok. Volar con Qatar airways, ha sido uno de los vuelos más placenteros que he hecho nunca. Hasta aquí, todo bien.

Mientras estaba en el avión, empecé a repasar los pasos que tenía que seguir para efectuar el transfer con éxito asegurado y, empecé a darme cuenta que algo ahí no cuadraba y que puede que no tuviese tiempo de coger mi vuelo a Phnom Penh.

Repasé los «timings» que había hecho; llegaba a Bangkok a las 12:30 y tenía 2h 50′ para realizar el cambio de aeropuerto. Lo que no había añadido ahí, era lo que tardaría en pasar inmigración, recoger la mochila, cambiar dinero y la posibilidad de perder el transfer. Y volver a hacer todo estos trámites en el siguiente aeropuerto.

Se acercaba la hora de aterrizar y me estaba obsesionando con el reloj. Miraba cada dos por tres qué hora era en el destino, y por dónde iba el avión en la pantallita del asiento. Teniendo en cuenta que el shuttle bus tardaba 1 hora aproximadamente, mi plan era:

  • aterrizar a las 12:30h
  • coger el shuttle bus de la 13:00h (llegada aprox. 14:00h)
  • facturar antes de las 14:20h
  • embarcar antes de las 15:00h

¡Hola Bangkok!

Pero no fue así. El avión aterrizó a su hora, pero se paseó por la pista durante 30 largos minutos, por lo que de las 2h 50′ me quedaban 2h 20′ para hacer el cambio de aeropuerto. Los nervios crecían. Quería ser la primera en salir del avión y saltar por encima de todas las cabezas. Ese día esprinté como nunca. Consciente de que ya había perdido el bus de la 13:00h, como muy tarde tenía que salir del aeropuerto a la 13:30h para llegar a facturar la mochila, ya que el control cerraba a las 14:20h.

Pasé como un vólido por inmigración, sin fijarme en nada más que en dónde estaba la salida. De ahí, fui a recoger mi mochila y, mientras se demoraba la salida de ésta, mis nervios iban «in crescendo», y ya me estaba empezando a cuestionar si debía correr para llegar a Don Mueang o bien darlo por perdido y cambiar de plan. Pero soy muy cabezota y prefería perder el vuelo en mis narices que no intentarlo.

De gratuito a extra

Main_Taxicab_stand_of_Suvarnabhumi_Airport
Taxis aeropuerto Suvarnabhumi

Por fin llegó mi mochila. Momento de tomar decisiones. Decidí descartar el shuttle bus porqué creía que no iba a llegar en menos de 50 minutos. Opté por pagar un taxi (¡ya estaba saliéndome del presupuesto de viaje y acababa de empezar!). Esprinté hacia los taxis a la vez que me daba cuenta que sólo llevaba ¡dólares! Volví hacia atrás para comprar Baths a una de las oficinas de cambio que había justo en la zona donde se recoge el equipaje. El tiempo corría deprisa.

Cambié 50 dólares y, ¡ahora sí! arranqué hacia los taxis. Eran la 13:30h. Lo podía conseguir. Fui directa al primer taxi vacío que vi y… ¡ERROR! me dijo que por ahí no, que tenía que sacar un ticket en una máquina y me señaló con el dedo dónde tenía que ir.

Giré la vista y vi 3 máquinas y un montón de gente haciendo cola. No iba a llegar. Me resigné a hacer la cola educadamente mientras veía el minutero de mi reloj pasar de y 30. Mi turno. Saqué el ticket y corrí hacia el andén dónde estaba mi taxi, pero no había taxi. ¿Por qué no había taxi? ¿Por qué todo el mundo tenía taxi y yo no? Pues porque estaba dando la vuelta, le vi llegar a lo lejos.

Fast & furious

Un señor tailandés me dio la bienvenida y me subí a la parte trasera del taxi con mis mochilas y todo el estrés del mundo acumulado.  Le dije que quería ir al aeropuerto de Don Mueang. No entendía nada de inglés, así que le hice con la mano un avión que despegaba a gritos de Don Mueang, y por fin me entendió.

Pero esto no acababa aquí señor, tenía que llegar allí en 40 minutos. Me miró, se puso las manos a la cabeza y me dijo que no lo podía conseguir, que era un trayecto de 60 minutos. Y le dije que sí, que TENÍA que conseguirlo, y que teníamos que volar sobre la ciudad de Bangkok para que yo llegase a mi vuelo. Nos pusimos en marcha.

Examiné el taxi mientras conducíamos a toda velocidad por la autopista y empecé a leer que tenía que pagar tasas adicionales. ¿Te imaginas que llego a tiempo pero pierdo el avión porque no llevo suficientes baths para pagar al taxista? Miré como el taxímetro iba subiendo y le pregunté un coste aproximado del viaje. Hice cuentas y, de momento, iba bien. No me iba a pasar.

Veía coches que nos avanzaban y no podía evitar pensar: señor apriete el pedal que no llegamos, a la vez que me lo miraba y me enternecía viendo el esfuerzo que hacía en ir a esa velocidad intentando lidiar con el apuro en el que le había metido, sin estrellarnos. Él, me iba mirando por el retrovisor y seguía poniéndose las manos a la cabeza y negando con ella, a la vez que me sonreía, charlábamos con su tailandés y mi inglés e íbamos haciendo una cuenta atrás del tiempo que nos quedaba.

Le dije que tenía 40 minutos por llegar, cuando en realidad tenía 50. Me reservé 10 minutos por si acaso.

A medida que nos acercábamos le iba animando y trasladando energía positiva, hasta que empecé a ver carteles del aeropuerto de Don Mueang. ¡Bien! Llegábamos a tiempo.

El taxista me dejó, con sudores en la frente, unos minutos después de las 14:15h, le pagué, le di las gracias, chocamos los cinco y esprinté hacia los mostradores de facturación de Air Asia.

Don Mueang

Air Asia plane
Foto de Aero Icarus/CC BY-SA 2.0

Una vez dentro del aeropuerto de Don Mueang, mis ojos examinaban las instalaciones en busca del color rojo de Air Asia. Vi una azafata y corrí hacia ella con el pasaporte en la mano y, antes de que pudiese llegar, me encontré con un control de seguridad. Lo pasé y le expliqué a la azafata cuál era mi vuelo y que tenía que facturar mi mochila. Me miró con cara de: llegas tarde y, con indiferencia y tranquilidad, le gritó a una compañera suya que andaba por ahí algo en tailandés. La chica me dirigió a un mostrador vacío dónde su compañera me facturó la mochila.

Respiré aliviada. Volví a respirar. Si me han facturado la mochila es que estoy dentro.

Me quedaba pasar inmigración y el control de seguridad del equipaje de mano. El embarque cerraba a las 15:00h y tenía 25 minutos para hacerlo todo. Tiempo suficiente, ¿no? Hasta que entre en inmigración y vi como unas 150 personas delante mío y sólo 3 controles abiertos. Esperé 5 minutos antes de volver a ponerme nerviosa viendo que la cola no se movía ni un dedo. Vi una azafata y le dije que no podía esperar esa cola, que necesitaba pasar y que el embarque cerraba en 20 minutos.

La chica muy amable y predispuesta se fue a hablar con alguien de inmigración y volvió para darme el veredicto: que no podía pasar, pero que estese tranquila que lo iba a conseguir.

Y así fue. A las 14:55h estaba pasando el control del equipaje de mano y a las 15:00h en punto llegaba a la puerta de embarque y, como iban tarde en el embarque y el vuelo salió tarde, no tuve ningún problema por subir.

Me autovitoree un buen rato sentada en el avión de Air Asia, respirando y con una sonrisa de oreja a oreja, por haber conseguido subir al avión después de 16 horas de vuelos y escalas y, en sólo 1 hora estaría pisando Camboya.

A día de hoy, todavía me sorprende le eficacia, sosiego y rapidez asiática para gestionar esa cola y decirme con absoluta certeza que lo iba a conseguir. Hablamos de Asia.

 Para qué te vas a equivocar tú si ya lo he hecho yo 
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